La niña árbol

< Volver

 

Microcuentos

Ésta es la historia de una niña que se convirtió en árbol, comenzando por su cabello, una mañana de otoño, después de un triste verano. Sus mechones enroscados se tornaron fuertes ramas, que se alzaron a la luna, que sin éxito, intentó consolarla. Pobre niña sin amor, golpeada y olvidada. La niña árbol quería escapar, cansada como estaba, a tan corta edad.


Sus diminutos pies, que calzaban zapatos de princesa cuando soñaba, penetraron en el suelo, heridos por ir descalza. Se agarraron a él con fuerza, con rabia de incomprendida, hasta volverse raíces, varios metros bajo tierra. Ahora ya tenía ramas, como brazos que rozan el cielo y firmes raíces, como pies sujetos al suelo.

Los médicos dijeron que había muerto, aunque pareciera viva, tan sólo era un vegetal, que junto a una máquina dormía. No volvería a sonreír, ni abrir los ojos al día,  porque la muerte en vida es oscura, aunque para otros, el sol siempre brilla.

Pero en realidad para entonces, ya era una niña árbol y todos lo desconocían. Se sentía fuerte y recia, frondosa y elegante, un árbol en algún parque, para dar sombra a  los niños  queridos, que meriendan amor de madre.

La niña quiso ser árbol para dejar de ser niña, un día fresco de otoño, después de una paliza maldita. A un árbol grande y fuerte, pensó, ni siquiera un rayo lo parte.

Pidió entonces con fuerza, que quería ser un árbol, hasta suplicó a las estrellas que atendieran  sus deseos ya que, siendo niña, por mucho que los gritó, pequeña y desesperada, jamás la oyeron.

Justicia para una niña inocente, pedía todo el mundo ahora que era un árbol. Cárcel para el monstruo que le había hecho daño. Y la máquina del hospital pitó su muerte estridente. Sollozos descompuestos, histeria colectiva. La niña estaba muerta y todos lloraron su suerte.

Pero nadie supo jamás, que la niña no había muerto y que sus deseos de ser árbol cumplió, como en un cuento. La niña árbol ya no lloraba y ya no sentía miedo. Le encantaban las tormentas, cambió sus lágrimas por rocío y bailaba al son del viento.

Muy pronto hasta  hizo amigos, otras muchas niñas flores,  y hasta un niño río, con agua fresca brotando a borbotones  y al llegar la primavera, la niña árbol dio sus frutos, un puñado de generosos corazones.

Comparte este artículo