Me siento bien...

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De todo un poco...

 


Me siento bien, hoy floto. Me siento ligera como una mota de polvo visible al cruzarme con un haz de luz. La penumbra ya no me afecta. Prefiero bailar dejando que el viento me meza, incluso que me sacuda si es preciso, danzando con millones de motas de polvo como yo, dejando que la luz me rescate de mi oscuridad.

Ya sé que tú odias los ácaros.

Me siento bien, así, sin más. Porque he decidido que voy a derribar el muro que delimita mi jardín. Ahora mi ventana tendrá vistas al infinito y no a la pared en la que me lamentaba. Los gatos camparán a sus anchas por mi casa y les daré de comer a cambio tan sólo de un ronroneo.

Ya sé que tú eres alérgico.

Me siento tan bien hoy, que he liberado a los peces de mi pecera para que vivan sabiendo lo que es el riesgo, río abajo, o mar adentro, como ellos prefieran, sin tener que marearse dando millones de vueltas a su diminuta cárcel.

Ya sé que tú no sabes nadar.

Me siento sumamente bien y ya no le temo al ridículo, hasta el punto de que me he comprado un disfraz de superhéroe para los próximos carnavales, de esos que llevan capa y todo. Ahora si me pinchas ya no sangro  y si me cortas ya no menguo.

Ya sé que tú tienes vergüenza ajena.

Me siento como una niña pequeña caminando por el bordillo de la acera, con los brazos en cruz para mantener el equilibrio. Un pie delante del otro y un ligero balanceo de derecha a izquierda, con los calcetines por los tobillos. Despreocupada. Comiendo cuando sienta el hambre en mi estómago y bebiendo  a la llamada de la sed.

Ya sé que tú odias el caos.

Y a pesar de sentirme así de bien, he reconocer que a veces te he suspirado, para mis adentros. Sacarte de ahí no ha sido sencillo, pero sí necesario. En cada suspiro dejaba un hueco más grande para mí. Te exhalaba por la boca, poco a poco, porque así es como vomita el alma, así es como yo te digo adiós.

Ya sé que no te gustan las despedidas.

Hoy me siento bien, soy el aroma del café humeante en una taza caliente de una fría mañana, reconfortante conmigo misma, obligándome a cerrar los ojos para disfrutarme al máximo. Con mucho azúcar, tanto que al terminar el café, aún conserve un pequeño poso en el fondo de la taza… la echaba tanto de menos…

Ya sé que tú eres más de edulcorantes.

Hoy me siento bien. Hoy de nuevo he vuelto a cantar en la ducha y me he reído de cuánto desafino. La vida es para sonreírla.

Ya sé que tú eres un hombre formal.

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