Por los tejados

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De todo un poco...

 

Me he cansado de tener los pies en el suelo y me he subido  a los tejados. Me he quitado la ropa y me he parido desnuda de nuevo. Quiero ser una sinvergüenza, sin vergüenza, quiero sentir la lluvia hacerme cosquillas en la piel, antes que sentir los pies pisando el fango.

Soy un gato sin dueño, como el de Sabina en su canción, una mujer que duerme bajo un techo de estrellas. Y cuando esté triste, dejaré que una lágrima resbale por mi vientre hasta alojarse en mi ombligo, en mi centro, y dejarla allí, como una pecera de agua salada para que brille como un diamante líquido cuando el sol la descubra.

Me he subido a mi tejado y no pienso bajar al suelo. Tengo miedo de que se abra bajo mis pies, de que tiemble más de lo que ya lo hago yo, de que me trague como lo hacen cada día mis responsabilidades.

En mi tejado estoy a salvo, descalza y desnuda, más felina que humana y por lo tanto, más libre que esclava. Y cuando haga frío,  temblaré como la hoja de un árbol, frágil pero sujeta al tronco al mismo tiempo.

Vivo en el número trece de una calle con nombre de banquero, aunque cuando me compré la casa llevaba nombre de poeta. Ahora en mi buzón sólo recibo correo financiero y he decidido comenzar de nuevo, empezando la casa por el tejado. Y aquí estoy, más arriba que abajo, más cerca del cielo que del suelo, más pronto que tarde, más vale tarde que nunca.

Me he subido a mi tejado y ahora mi casa es mi suelo y mi techo es el cielo. Saco las uñas si es preciso, como una gata sin dueño y cuando la luna me acompañe en mis desvelos, maullaré mis lamentos desde el tejado de la casa número trece de la calle de un banquero.

 

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