Danzad, danzad, malditos...

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Imagen de la película "Danzad, danzad, malditos" de Syney Pollack 1969  

De todo un poco...

Es la hora del baile, de bailar hasta la extenuación, de morir bailando, al son de la música que otros tocan, calzados en zapatos prestados.


Yo quise ser músico, pero terminé bailando.

Yo quise ser bolero, pero terminé siendo tan sólo su melancolía.

Y la fiesta ha terminado, y la fiesta no ha comenzado, es la fiesta de unos pocos en la que nos hemos colado.

Y el público grita y jalea, y  pide más a quien no puede y el director de la orquesta toca a muerto a ritmo de bulería.

Sonría por favor, está usted de fiesta, no sea maleducado.

Yo quise ser el tango, pero me quedé en desamor.

Yo quise ser la bata de cola, pero mi vida terminó siendo la tragedia de la copla.

Arrítmicos, descompasados, llagados o descalzos.

Unos mandan y otros danzan, unos dirigen la orquesta y otros tan sólo se mueven, haciendo como que bailan.

Sangre, sudor y lágrimas, mezclados con melodías y músicos de pacotilla.

Mareada de dar vueltas en el vals de esta fiesta, donde está prohibido parar, mientras otros sigan tocando.

Yo quise bailar en solitario, pero ahora bailo con  miedo.

Yo quise ser silencio a ratos, pero me obligaron a gritar.

¡Danzad, danzad malditos!

Hijos del baile obligado, en la fiesta de unos cuantos, que tocan al son de unos pocos, mientras el resto asistimos para morir bailando.

Yo quise ser sinfonía pero me quedé en réquiem.

Yo quise ser la alegría del claqué pero me dejaron sin zapatos.

¡Danzad, danzad, malditos!

¡Bailarines de tres al cuarto, que la fiesta de los otros todavía no ha terminado!

 

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