La patada en el culo

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Fotografía: Richard Avedon  

Microcuentos

 
Un día me despertaron de golpe y me di un susto de muerte. Del sobresalto caí de la cama y fui a dar con todos mis proyectos, sueños e ilusiones, contra el frío y duro suelo. De una patada en el culo la vida me despertó y como si hubiera hecho algo malo, me expulsó de la zona de confort, donde tan a gusto había vivido hasta entonces.

 

Desorientada y aturdida, no encontré un GPS que me sirviera para guiarme, ni siquiera un triste mapa de los de antes, aunque tuviera que aprender a interpretarlo, aunque me equivocara de autopista y saliera en una carretera secundaria, aunque no supiera volver a plegarlo. No sabía a dónde ir, hacía qué lugar dirigirme, ni conocía el camino, ni tenía un destino al que llegar. Nadie me esperaba en ningún sitio y nadie me había dicho nunca antes, que yo podía viajar de polizón algún día.

 

Entonces, aprendí a improvisar, porque a improvisar se aprende aunque parezca contradictorio. Del viento aprendí a soplar cada vez en una dirección, sin que eso significara estar desorientado. Del pájaro aprendí a que para salir del huevo y poder volar, primero es imprescindible romper el cascarón, por muy a gusto y calentito que se esté dentro. Y del pez aprendí que comer su sabrosa carne implica saber no tragarte las espinas.

 

Por supuesto que me sentí perdida muchas veces, en los peores momentos deseé tener un cascarón que me protegiera y tragué muchas espinas que me arañaron por dentro,  pero cuando la vida me dio una patada en el culo un día, yo le di una coz como respuesta.

 

Ahora, sé que para volver a llenar un vaso, primero es necesario vaciarlo porque si no se desborda, y en el fondo estaba harta de sentirme desbordada y de estar preocupada por lo que iba derramando por el camino.

 

Sigo avanzando cada día. No consulto mapas ni he vuelto a tener GPS. Me vale con los compañeros de viaje que me acompañan, haciendo del trayecto la vida y de la vida un trayecto nuevo cada día. Y cuando siento miedo, me guardo un rato dentro de mí misma, me escucho y me quiero, y me hablo como lo haría al mejor de mis amigos,  hasta que el miedo se disipa, porque  es un cobarde que se aburre de los fuertes, siempre pasa y nunca se queda. Eso también lo aprendí el día que la vida me dio una patada en el culo.

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